miércoles, 25 de marzo de 2009

Continuar un relato... Tenemos ganadora



Elena Jaso, de 2º A, es la ganadora del II Concurso
Continuar un relato. Os presentamos aquí el final que decidió Elena para continuar el comienzo del relato que presentábamos en esta mismas páginas. Enhorabuena, Elena. En unos días te haremos llegar el libro que te corresponde por ganar este concurso. Ánimo, y a seguir escribiendo !!!!

Salté la tapia por un lugar donde la alambrada que la remataba estaba rota, y me dejé caer sobre el césped del otro lado. Era la primera vez en muchos meses que hacía algo ilegal, desde aquella época que una y otra vez volvía a mi memoria. Pero apenas podía decirse que aquello fuera un delito. Era agosto, hacía mucho calor, allí había un club privado con una buena piscina, y yo llevaba el bañador puesto bajo los vaqueros. Agachado entre los árboles, esperé por si alguien me había visto. Los empleados llevaban pantalón y camiseta de color blanco, con un escudo serigrafiado. Los había estado observando desde fuera. También había estado observando a las chicas. Las hijas de los ricos, de los verdaderamente ricos, casi siempre son guapas. Tienen el color de piel y la facilidad de movimientos de quien ha crecido practicando deportes, dientes muy cuidados, esa seguridad en uno mismo que sólo se adquiere en la cuna. Nadie se fijaba en mí. Rápidamente me quité la ropa y la metí en la mochila. Caminé hacia la piscina y me zambullí de cabeza...

Pasé desapercibido ya que el número de personas que se encontraban allí era casi incontable.

Era un niño de trece años que creía desde muy pequeño que todo lo que hacía era un delito, ya que eso me decía mi hermana mayor desde que yo recordara.

Me introduje sigilosamente en la gran piscina, me sumergí, para que nadie pudiera verme, pero no podía ver con claridad, ya que la cantidad de cloro que llevaba el agua era grandísima.

Pronto pude encontrar unas gafas que se le habían caído a una niña cuando se tiró bruscamente contra el agua; me las coloqué y ya pude ver perfectamente. Seguí buceando y unos segundos antes de volver a tomar aire, vi a lo lejos una gran rejilla que cubría un agujero negro que parecía no tener fin, salí a respirar, cogí aire nuevamente y volví a sumergirme. Me acerqué hasta la rejilla y la quité con una facilidad que me sorprendió, ya que parecía que estaba soldada.

Me adentré en aquel agujero negro, que seguía por un conducto en el que milagrosamente ya no había ni una sola gota de agua y podía caminar perfectamente.

Cuando parecía que terminaba el conducto vi una gran luz amarilla y la seguí como si estuviera hipnotizado, llegue a una sala donde había miles de kilos de oro, no me lo podía creer, en la vida había visto tanto oro metido en una habitación que no era muy grande.

Estaba muy feliz y mi primera reacción fue lanzarme sobre las monedas los collares… luego me llené los bolsillos de estos, pero vi una puerta justo en el lado derecho de la habitación, la abrí y encontré un precioso palacio, que parecía de siglos atrás, de la época islámica.

De pronto escuché un ruido y vi a tres soldados con sus armas para defenderse justo delante de la entrada del palacio. No sabía qué hacer, el corazón me latía a mil por hora, pero se me ocurrió caminar marcha atrás sin perderlos de vista.

Al fin parecía que no me habían divisado, y me introduje en el palacio por una puerta trasera. Tenía unas columnas y paredes con decorados extraordinarios; era muchísimo más bonito que en las lecciones de historia cuando estudiábamos el Islam.

Recorrí el inmenso palacio varias veces, no dejaba de estar asombrado ni un solo momento.

Cuando llegué al a sala del trono me senté en él y empecé a creerme que era un califa o un gran gobernador, cuando una bella joven me vio y empezó a gritar como si la estuvieran torturando, yo le decía que no gritara, que se calmara, pero no me hizo caso y en un instante dos hombres corpulentos me llevaron a los aposentos que parecían ser del califa del palacio.

Era un hombre anciano, de estatura media, delgado, y parecía no tener cara de buenos amigos; me miró fijamente los bolsillos, debía de pensar que se lo había robado, comenzó a hablar en su lengua, el árabe, y a gesticular rápidamente. Yo no entendía nada, me arrastraron bruscamente hasta las celdas subterráneas del palacio.

Estaba desesperado, no sabía lo que me ocurriría, estaba viviendo una de las aventuras que nos leían en las actividades extraescolares en el instituto.

De pronto los mismos hombres de antes abrieron la puerta y me arrastraron hasta una sala en el centro del palacio, donde me quedé sorprendido ya que había muchísimas personas mirándome y hablando en su lengua; de pronto todos dejaron de hablar al unísono, vi una sombra frente a mí y un gran sable que me lo estaban pasando por la cara, en ese mismo instante noté un fuerte dolor en mi cuello y….

Me desperté de la pesadilla en la que había estado inundado aquella noche de verano, el calor debió ser el causante de aquella historia.

Lo único que reflexioné después de que se me pasara el susto, fue que no debía hurgar en asuntos que no me pertenecieran, al fin y al cabo lo que me decía mi hermana era cierto.


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